Comercio y medioambiente en tiempos de pandemia

Alan Fairlie

Diversos organismos y especialistas vienen advirtiendo de los graves impactos del cambio climático, tanto para la economía mundial, como para la sostenibilidad de la vida en el planeta. Entre estos se consideran: la degradación de la tierra y los ecosistemas; daños a la infraestructura residencial, comercial y pública; caída de la productividad agrícola y pesquera; la disminución de la actividad turística en las zonas afectadas negativamente; migración masiva; reducción de la productividad de los trabajadores debido a temperaturas más altas; y, amenazas emergentes para la salud.

Según el reciente reporte elaborado por la UNCTAD titulado “Trade and Enviroment Review 2021” (1), nos encontramos comprometidos con un cierto nivel de calentamiento, ya que, las acciones de mitigación ambiciosas no pueden prevenir el cambio climático, sino limitar el nivel esperado de daños climáticos para 2100. Además, en los países menos adelantados, muchos de los impactos adversos ya son significativos e introducen nuevos desafíos para el desarrollo. De esta manera, generarán no sólo impactos físicos, sino también económicos, ambientales y sociales.

En consecuencia, la adaptación es fundamental, independientemente del nivel de progreso alcanzado en la reducción de las emisiones globales de carbono. Asimismo, son los sectores de agricultura, pesca  turismo, los más vulnerables a los impactos climáticos, lo cual presentará grandes desafíos para muchos países menos adelantados (PMA) y pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID). Complicado mantener la producción, el empleo y la exportación relacionados a dichos sectores, ya que son los principales motores de sus economías.

La UNCTAD señala que son la diversificación de la economía y la implementación de acciones de adaptación, las vías para mejorar la resiliencia del comercio al cambio climático en países en desarrollo. De esta manera, se sugiere que, cuando la adaptación no es rentable ni posible, se puede buscar la diversificación dentro del sector o la reestructuración económica para mover recursos a sectores menos sensibles al clima.

En este sentido, el financiamiento climático juega un rol clave. Pese a que los países en desarrollo necesitan avanzar urgentemente en sus esfuerzos de adaptación debido a sus  vulnerabilidades, los costos de adaptación en los que incurrirán son extremadamente altos.

Según se estima, el costo agregado de la adaptación al cambio climático en los países en desarrollo oscila entre 140 mil millones y 300 mil millones de dólares por año en 2030.

Mientras que, a través del Fondo Verde para el Clima (GCF), los países desarrollados se han comprometido a movilizar 100 mil millones de dólares anuales en financiamiento climático destinado a las necesidades de mitigación y adaptación al cambio climático de los países en desarrollo. De esta manera, sólo se asignaría 50.000 millones de dólares al año a las necesidades de adaptación, lo que crea una brecha en su financiamiento; recayendo sobre los gobiernos y sector privado nacional la necesidad de financiar muchas de las actividades  que deben emprenderse.

Ante esta situación, la UNCTAD sugiere entre las medidas de respuesta para aumentar la financiación de la adaptación, incluir ajustes en la frontera de carbono o impuestos al carbono en la frontera. Sin embargo, indica que los impactos de estas medidas en el comercio no se pueden generalizar, además de ser necesario el desarrollo de modelos para proporcionar estimaciones de la dirección y magnitud de los efectos comerciales que los países probablemente experimentarán sobre una base sectorial.

Asimismo, señala que cada país tendrá su propia vía única de resiliencia entre el comercio y el clima, y para identificar y diseñar dicha ruta se requiere que las partes interesadas nacionales realicen evaluaciones de los impactos físicos del cambio climático, las posibles respuestas nacionales, la competitividad y la capacidad de exportación de las regiones y de los países que compiten con sus exportaciones.

Para tal fin, se debe tener en cuenta las dimensiones temporales de cuándo los productores experimentarán los impactos, los costos de las acciones específicas, las posibles opciones de financiamiento para la implementación y los plazos con los que cuenta cada país. Aquí sigue siendo una tarea pendiente, pese a los avances registrados.

[1] El presente artículo ha tomado de referencia el siguiente documento: UNCTAD (2021) Trade and Enviroment Review 2021

Foto tomada de: Presencia Universitaria

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