POLÍTICAS DE COMPETITIVIDAD Y PRODUCTIVIDAD: BUENOS OBJETIVOS, MALOS INSTRUMENTOS
Los conceptos
Nadie se puede oponer a impulsar la competitividad y la productividad del país. Es fundamental para avanzar hacia un desarrollo sostenible. El debate es acerca de cómo lograrlo, ya que a veces se confunden ambos conceptos o las variables que las determinan.
Un país puede ser competitivo y tener baja productividad. En el primer caso, es ser capaz de vender un bien o servicio a un precio que supere el costo de producirlo, ser rentable. Depende de los precios básico de la economía (tipo de cambio, tasa de interés, impuestos, salarios, precios de insumos). Una política económica adecuada que mantenga un tipo de cambio real alto y estable y baja tasa de interés, sería por ejemplo, muy conveniente para la competitividad del país.
La productividad tiene que ver con el desarrollo mismo del país. Depende del stock de capital, del conocimiento o “capital humano”, de la estructura de la producción, economías de escala. Para aumentarla hay que invertir en infraestructura, educación, ciencia y tecnología, servicios públicos, mejora de la institucionalidad. Es una tarea de mediano y largo plazo.
La política del gobierno
Tiene varios puntos positivos. Aborda el tema de la infraestructura física y social, la educación y capital humano, el tema de innovación, el aspecto institucional y ambiental. También se prioriza el desarrollo de mercados externos, buscando una oferta exportable diversificada, la internacionalización de nuestras empresas, facilitación del comercio, el combate al comercio desleal.
Podemos discutir sobre la combinación de mercado interno-externo para una adecuada estrategia, la seguridad alimentaria, la formación de cadenas productivas regionales. Pero, en general son políticas que van en la dirección correcta. El tema es si la estrategia en curso lo ha permitido.
Lamentablemente, la apertura unilateral y la suscripción de los tratados de libre comercio no han generado los resultados esperados, y son varios de los que hoy se plantean como objetivos en la anunciada política de competitividad y productividad. Se ha producido una concentración de la propiedad y exportaciones, incluso una reprimarización de la economía, no se han avanzado en eslabonamientos entre sectores productivos y de servicios, sea para producir al mercado externo o nacional, hay una desnacionalización de la economía y las tasas de inversión y de acumulación no son las que se requieren. La recaudación tributaria es muy baja respecto al PBI, lo que dificulta el impulso de las políticas anunciadas. Se tendía que combatir la evasión y elusión tributaria, los paraísos fiscales, para tener los recursos suficientes.
Buenos objetivos, malos instrumentos
Supone entonces una estrategia integral. Una buena política macroeconómica que reactive y contribuya a la diversificación, y estrategias de mediano y largo plazo que avancen en lo propuesto. Se necesitan políticas comerciales y sectoriales activas y no las “neutras” que promueve el MEF.
Esa es la tarea que tenemos por adelante, desafíos que son mayores en el contexto de la cuarta revolución industrial y la economía digital.
Por eso, no se puede plantear viejas recetas que no han funcionado en el tema laboral. Mejorar la competitividad y aumentar la productividad no se consigue con la disminución de los beneficios laborales o mayor “flexibilización” del mercado de trabajo. Se deben respetar los convenios internacionales de la OIT. Además, esos recortes pueden significar también vulneración de los compromisos adoptados en los TLCs, pilar de la estrategia en curso.
En suma, es plausible plantearse políticas para mejorar la competitividad y la productividad, pero se requiere modificar las que se han venido implementando en los últimos años. Y, no se debe volver a planteamientos superados como el de la competitividad espúrea, en base a reducción del de salario real o recorte de beneficios laborales.
Foto: Agencia de Noticias Andina