Futuro del trabajo
Hace poco, se hizo público el Informe de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo de la OIT. Según sus estimaciones, en la actualidad 190 millones de personas están desempleadas, 2000 millones de personas tienen un empleo informal, 300 millones de trabajadores viven en extrema pobreza, 2,78 millones de personas fallecen anualmente como consecuencia de accidentes de trabajo o de enfermedades profesionales, 36,1 % de la mano de obra mundial trabaja más
de 48 horas semanales.
El crecimiento de los salarios no ha seguido el mismo ritmo que el crecimiento de la productividad, la brecha entre ricos y todos los demás se está ensanchando y las mujeres todavía reciben una remuneración un 20 % más baja que la de los hombres.
Las futuras transformaciones del mercado laboral están relacionadas con la tecnología, la transición a un medio ambiente sostenible y el cambio demográfico.
Según la OIT, estos avances tecnológicos y la economía digital, crearán nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, quienes pueden perder sus trabajos en esta transición, son los menos preparados para aprovechar las nuevas oportunidades. Si la economía digital sigue como hasta ahora, es muy probable que se ensanche la brecha regional y de género.
Por ello, la Comisión recomienda que, los gobiernos y las organizaciones de empleadores y de trabajadores tienen que dar un nuevo impulso al contrato social, para responder a estos desafíos. Se debe asegurar a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen en esta transición.
Para la OIT, los avances tecnológicos, además de multiplicar nuestras opciones para decidir dónde y cuándo queremos trabajar, también están creando nuevos y mejores puestos de trabajo.
La reducción de nuestra huella de carbono en el planeta, ofrece magníficas oportunidades para cubrir las necesidades de crecimiento, desarrollo y creación de empleo, y para mejorar los medios de vida en las zonas rurales.
Si se consigue que las mujeres puedan prosperar en la población con empleo, se liberará un nuevo potencial y se estimulará el crecimiento económico.
Gracias al acceso a la educación, la formación y las tecnologías, las comunidades rurales podrán transformare.
Esos son los cambios que deben impulsar nuestros países, y no “reformas laborales” que recorten derechos laborales o reduzcan el salario real. No solo para una vida digna para todos, sino que impulsará la competitividad y productividad de nuestras economías, y un desarrollo sostenible.
Los países andinos, presentan una gran heterogeneidad estructural, alta informalidad y una inserción en la economía internacional, principalmente como países exportadores de materias primas. Aún en el «super-ciclo de las materias primas”, no aumentó sustancialmente la productividad. Es necesario impulsar la diversificación productiva, con una mayor inversión en innovación, ciencia y tecnología, buscando un tránsito ordenado hacia la economía digital. Allí, la integración regional tiene un importante rol que cumplir.
Solo con estos cambios cualitativos, podremos crear las condiciones para impulsar políticas como las que la OIT recomienda. Pero, esto no se logrará persistiendo en la misma ruta del desarrollo que hemos seguido en las últimas décadas.