Pobreza energética y cambio climático en el contexto de la Pandemia
Urphy Vásquez, Coordinadora del Grupo de trabajo Tinkuy – INTE PUCP y miembro directivo del INTE PUCP
Cecilia Fernández, Coordinadora del equipo de Pobreza Energética del Grupo de trabajo Tinkuy – INTE PUCP
Latinoamérica y El Caribe (LAC) es la región más impactada por la crisis originada por la pandemia del COVID-19. Solo este año, el PBI de la región se reduciría en 9.1%, según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), lo que resultará en 230 millones de personas en la pobreza, cifra que representa el 37.3% de la población latinoamericana. Sin duda, el impacto de la pandemia del COVID-19 ha profundizado y puesto en evidencia la enorme desigualdad social y económica en nuestra región; la cual, antes de la pandemia, figuraba como la región más desigual del planeta (PNUD, 2019).
Así, entre las caras más crudas y visibles mostradas por la pandemia del COVID-19, se encuentra el potencial incremento de las brechas en términos de pobreza energética. Si bien no existe una noción universal de pobreza energética, en términos generales, podemos entenderla como la falta de acceso equitativo a servicios modernos de energía de calidad para cubrir las necesidades fundamentales y básicas del hogar, en términos eléctricos, térmicos y mecánicos, tales como: iluminación, cocción de alimentos, refrigeración, acceso al agua segura, confort térmico, agua caliente sanitaria, electrodomésticos, tecnologías para las telecomunicaciones, entre otros.
Como sabemos la energía es un facilitador crítico para todas las formas de desarrollo. Por lo que, además de sus propios beneficios tangibles, los efectos multiplicadores positivos del acceso equitativo a servicios energéticos modernos de calidad son enormes, mejorando la vida de los hogares de innumerables maneras. Sin embargo, a pesar de su fundamental importancia para el desarrollo humano y sostenible, la relación entre energía y pobreza ha sido invisible por bastante tiempo, tanto en materia de investigación como en las agendas de políticas públicas de nuestra región.
Ante la aparición de la pandemia del COVID-19 y la aplicación de medidas de confinamiento de los hogares para reducir la propagación de la enfermedad, hoy más que nunca, se ha visibilizado la importancia que tienen las condiciones de habitabilidad en los hogares en los diferentes países de la región. Para lo cual, debemos ir más allá del espacio físico de la vivienda y evaluar su capacidad para satisfacer las necesidades fundamentales y básicas de las personas que la habitan, en términos domésticos y productivos.
Por otro parte, LAC es la región con mayor índice de vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático ya que posee una gran diversidad en ecosistemas, recursos naturales y energéticos, hábitat naturales y medios de vida. Estas características nos hacen altamente vulnerables por poseer condicionantes y efectos desencadenantes del cambio climático como la sequía, el calor extremo, las fuertes lluvias, deslizamientos, desglaciación, heladas, friajes, granizadas, inundaciones, etc. todo ello, sumado a la inseguridad hídrica e inseguridad alimentaria, insalubridad y saneamiento.; y, por lo tanto, mayor intensificación de las condiciones de vulnerabilidad y pobreza energética de las poblaciones que viven de los recursos naturales locales.
Ante las profundas dificultades y los grandes desafíos que nuestra región debe enfrentar en los siguientes años en términos de la emergencia sanitaria por la actual pandemia, y la crisis ambiental por el cambio climático, será crucial discutir, diseñar e implementar políticas participativas e inclusivas, a fin de plantear soluciones viables y consensuadas para avanzar en la lucha contra la pobreza energética en LAC. Para ello, es importante considerar que la pobreza energética es un problema multidimensional y complejo que tiene que ser visto desde un punto de vista territorial y multiescalar, en función de variables económicas, sociales, culturales, ambientales y tecnológicas.
Surge entonces el desafío de incluir la variable energética en los métodos de medición de la pobreza multidimensional, así como lograr la aplicación y utilización de tecnologías apropiadas e innovadoras en el campo de la energización para la erradicación de la pobreza energética a fin de que contribuyan al desarrollo integral y a la mejora de la calidad de vida de las poblaciones rurales, periurbanas y urbanas de la región LAC.
En este sentido, la diversificación de las fuentes de energía a través del aprovechamiento de los recursos energéticos renovables, y mecanismos de eficiencia energética, brindarán soberanía energética en la medida que se abastezca de recursos energéticos limpios con muy baja o nula emisión de gases de efecto invernadero para satisfacer las necesidades de los servicios energéticos en localidades carentes de energía útil.
Es por ello, que el vínculo de la pobreza energética en el Perú con el desarrollo humano y el cambio climático debe verse desde un abordaje horizontal teniendo en cuenta el enfoque de territorio. Cabe señalar que el Perú es el tercer país más vulnerable antes los efectos del cambio climático a nivel mundial, y asimismo es el país con grandes niveles de estrés hídrico según la OMS. En este sentido, resulta pertinente tener una mirada más allá de los intrafamiliar a nivel de vivienda, sino también tener una perspectiva de territorio para abordar el concepto de pobreza energética de manera multiescalar y desde una perspectiva multidimensional para la satisfacción de las necesidades energéticas.
Finalmente, contribuir a la erradicación de la pobreza energética será central para direccionar varias de las metas de desarrollo sostenible en nuestra región. Para lo cual, mayor investigación será necesaria para el entendimiento y medición de la pobreza energética en LAC, a fin de formular estrategias que permitan el acceso equitativo a los servicios modernos de energía como una condición habilitante que sostenga el desarrollo humano y económico en los hogares y territorios de nuestra región.