Vacas flacas y ciclo político interno

Artículo Publicado en Diario UNO

El economista Alan Fairlie advierte que el alza de las tasas de interés referencial de la FED no solo encarecerá el crédito internacional, sino que traerá una serie de consecuencias para los países llamados emergentes.

TASA DE INTERÉS Y ENTORNO INTERNACIONAL. La Reserva Federal de EE.UU. ha subido la tasa de interés, se espera otras programadas gradualmente. Esto encarecerá el costo del crédito internacional, aumentando los costos financieros de las actividades productivas, y el financiamiento de los desequilibrios externos.

También generará una salida de capitales de los denominados países emergentes. Hay varios países de la región que tienen crecientes desequilibrios en cuenta corriente, y los flujos de inversión directa extranjera han disminuido. Con esta medida, los flujos de corto plazo, principalmente especulativos, también caerán. Se hace así más complejo el financiamiento de la balanza de pagos.

El tipo de cambio tenderá a devaluarse. Esto generará presiones inflacionarias, dada la dependencia de importaciones en alimentos y productos intermedios. Se plantea un dilema para el BCR. En el pasado, buscó evitar el aumento del tipo de cambio, no solo porque nos alejábamos de la meta inflación, sino porque complicaba financieramente a las empresas y grupos que habían tomado cuantioso endeudamiento externo de corto plazo, en moneda extranjera. Comprometió significativas reservas de la posición de cambio del BCR.

Ahora, se tendría que dejar un aumento sin sobresaltos del tipo de cambio, que en algo mejoraría competitividad de exportaciones no tradicionales, aunque los países vecinos con los que estamos rezagados, seguro tomarán medidas equivalentes.

No podemos depender de si el sector privado invierte o no. Se tendrían que impulsar medidas coordinadas de política fiscal y monetaria, para reactivar la economía y las exportaciones no tradicionales. También, medidas de defensa comercial que protejan a nuestras pymes de la competencia desleal externa. Se debería revisar la política de ajuste fiscal implementada.

Tampoco de un eventual éxito de repatriación de capitales, con las medidas tributarias recientemente dictadas. Medidas similares en países vecinos han repatriado sumas alrededor de los 1,500 millones de dólares. Si pasa algo similar en el Perú, no sería suficiente.

Así, el entorno internacional no se presenta halagüeño. Aunque mejoren un poquito los precios internacionales de las materias primas, como pronostican las proyecciones de organismos internacionales como la CEPAL. Se requiere una discusión sobre propuestas de política económica que se puedan aplicar en esta coyuntura

CICLO ECONÓMICO Y CICLO POLÍTICO
En la literatura económica es conocida la relación entre ciclo económico y político. Normalmente, en período de elecciones se aplican políticas expansivas por el gobierno que quiere ganarlas y ajusta una vez que lo consigue.

El crecimiento de nuestros países también ha estado limitado por la restricción externa. Se crece mientras hay divisas, cuando éstas disminuyen por entorno internacional adverso, la economía se recesa y hay presiones inflacionarias. Según la intensidad de la crisis, se dan también crisis políticas. Así pasó por ejemplo en los años ochenta del siglo pasado, en la denominada década perdida.

Con bonanza externa, no nos va mal macroeconómicamente a pesar de errores en las políticas que se apliquen, y la calidad de los políticos de turno al mando. Fue el caso de últimos gobiernos durante el súper-ciclo de las materias primas, que dio lugar a un ciclo sostenido de crecimiento No ocurre lo mismo en época de vacas flacas, como la de ahora

VACAS FLACAS Y CICLO POLÍTICO
Las dos fuerzas que pasaron a la segunda vuelta comparten esencialmente el enfoque económico y político implementado en las últimas décadas. En esa medida, proponen el continuismo o profundización del mismo.

Para ganar las elecciones, a PPK no le bastó con tratar de diferenciarse en el plano político con su contendiente. Necesitó hacer promesas y suscribir compromisos con sectores laborales y sociales, con cuyo apoyo pudo ganar, pero que todavía no ha honrado. Más bien está dando medidas que planteó en la primera vuelta. Pero, necesita el apoyo de Fuerza Popular para impulsar tales políticas y modelo, de allí su vulnerabilidad y las concesiones que ha hecho y hará (la censura del ministro es la más sonada), tal como hemos argumentado en artículo anterior.

A pesar de las coincidencias, por las heridas abiertas en la campaña, ambas fuerzas no pudieron ponerse de acuerdo. Y hubo incluso la posibilidad que el Ejecutivo equilibre la balanza haciendo cuestión de confianza, aliarse con otras fuerzas políticas, retomar y ejecutar las promesas de la segunda vuelta, estableciendo así una coalición con los sectores e intereses diversos que le permitieron ganar. Pero eso obliga a cambiar algunos elementos de la política económica, o por lo menos tomar en cuenta sus demandas o negociar sus reivindicaciones parcialmente. Como esta situación casi “sale de control”, el cardenal ha llamado al orden.

Es una muestra de la increíble precariedad del Presidente, su partido y operadores, la debilidad institucional política y su dramática vulnerabilidad. PPK no tiene siquiera capacidad de convocatoria con el socio que necesita para ejercer su gobierno. Los espacios y partidos políticos no funcionan y tiene que intervenir la Iglesia para poner orden, en un Estado supuestamente laico. Se requiere estabilidad, el sector empresarial y poderes fácticos necesitan y demandan que se pongan de acuerdo, y se actúa en consecuencia.

Un escenario -el más probable- es que se logre el acuerdo luego del diálogo. Dependerá si es uno mínimo o una alianza política con todas las de la ley. En este caso, la profundización del modelo, la implementación de proyectos contra la voluntad de la población, flexibilización de estándares laborales y ambientales, una “nueva reforma institucional” en la seguridad social, las AFPs y organización del Estado, lo más probable es que generen conflictos sociales que deberán ser reprimidos. Una vez más se prometería algo en campaña y se haría otra en el gobierno, posiblemente agotando la paciencia de amplios sectores de la población.

Puede que no haya acuerdo implícito de cogobierno, sino solo un pacto de no agresión. Este es el objetivo mínimo del diálogo. Permitiría impulsar las medidas del gobierno, que tendría que asumir el costo solo y le daría imagen de responsabilidad a la fuerza que controla el Congreso. Sería un “apoyo crítico”, que variará de acuerdo a los resultados.

Otro escenario es que se retome las ofertas de la segunda vuelta, se cree la coalición necesaria para su implementación, que es la que le permitió ganar las elecciones y enganchar con el ánimo ciudadano manifestado en las movilizaciones. Supone enfrentar a Fuerza Popular, consolidando una alianza también con los gobiernos regionales. En este caso, se podría conseguir disminuir los conflictos sociales a costa de agudizarlo con FP.

Supone tener la capacidad y voluntad de usar todos los mecanismos que la Constitución permite. La coyuntura de la censura muestra que este no es el camino elegido. Lo peor sería que PPK intente ir por su cuenta. En un período de vacas flacas, se potencia la posibilidad de conflicto en todos los escenarios. Pero, en este último, puede ser trágico para la República.

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